11.02.2006

Los duraznos gritan: ¡¡te quiero!!

1984, fecha en la que George Orwell definió los límites de su locura, año de la muerte de Indhira Ghandi, del lanzamiento de Footloose 3, de los Cazadores de Fantasmas, aventuras de Tarzan e Indi Jones, Karaté Kid, año en que nuestros oídos han sido obstruidos con la nueva onda del Yes (Owner of a Lonely Heart), la energía desmadrada de Van Halen con Jump, y - ¡por supuesto! - la indefectible Cindy Lauper, dominando las FM´s de los coches perdidos en el tráfico deshumano de esta Paulicéia . En fin, año en que completaba 28 años bien vividos.

Pero algo había que secuestraba al corazón del paulistano, perdido bajo los cielos de metalurgia: ¡Los duraznos clamaban por el Tío Americano! "¡Te quiero, te quiero!". ¡Ah! Las voces aterciopeladas aún me llegan como ecos perdidos en el espacio sideral. The residual echoes...the residual echoes The residual echoes from the giant explosion (Where they said it beginned)…

"La respuesta es mi canto" - la palabra publicitada en el corazón del niño de Dios es un mensaje directo. Simplemente, me encanta la frase. Siempre consideré esta flámula la representación de un sentimiento paradoxal de que la respuesta estaba, siempre estuvo, en mi canto, en mi finca, que es individual, particular, singular y única... y, sin embargo, un canto que es, además, la expresión musical de un sentimiento colectivo.

Gustavo Príncipe se consideraba vocacional, notaba un llamado divino, se sentía "mordido por el talento". La música era la manera como él se singularizaba, si es que me entienden. De esa manera, se acercaba a Dios. Repartía el sagrado que hurtaba, como un trágico Prometeu, de la mesa celestial.

(A foto foi feita lá pelos idos de 83 ou 84, de fato. A criança é minha filha, Íris Jacomino).