7.29.2006

Gonna leave this town...

Gus, en aquella noche del 11 de septiembre del 2002, con su harmónica cromática, rompe un triste lamento de un blues.

¡Ah! mi querido príncipe, ¿Cuántos trenes pasaron en nuestra estación? En aquellas noches eternas de Montevideo, oía "hear my train A coming", escondido bajo la mesa, huyendo de la mirada que hurtaba el alma. ¿Se recuerda? A su hermana no le había gustado... Creo que hoy comprendería.

Curioso... a propósito de esa imagen, me viene cierto pasaje triste de mi niñez. Decía Doña Amélia que yo era un niño esquivo. Cuando llegaba alguna visita, decía ella, "el niño resbalaba hacia debajo de la mesa" y se quedaba allí al acecho, en un silencio nada amigable. Alguien tendrá asacado el epíteto bicho do mato para calificar al niño inconsolable. Y el apodo se plastificó en mí. Estar debajo de la mesa es desvestirse de la propia humanidad.

Pero el reducto junto al suelo nos daba una perspectiva excelente. Veíamos a las personas como ellas realmente eran. Era una mirada destrabada de preconceptos y sombrancería. Convengamos, ¿hay algo más soberbio que la mirada del otro deferido por encima?

Las miradas intercambiadas, los sonidos intercambiados, bien tocados, las palabras justas ("allá, donde somos un exacto acorde") todo eso, como en una oración perenne, habrá de repercutir eternamente.